Sumerges tu cabeza en la concavidad
de lo que supone ser, mi cuerpo
lo único que te ha pertenecido
ante las ráfagas del silencio.
Mi silencio,
silencio que finges comprender
que finges aceptar, con la rabia contenida
-de un corazón cansada de esperar- queriendo.
Entiendo, amar
desde la distancia, idealiza.
Fui el Ícaro, concebido en el destiempo
tratando de alcanzar las brasas.
La idea borra los recuerdos,
lo último que te pido es que me recuerdes.
Porque Río Piedras sin ti
será la lluvia sobre mojada
del asfalto que le pertenece
a los gatos y los perros realengos.
Todo permanecerá igual,
pero nada será lo mismo.
Las esquinas gritarán nuestras memorias,
los postes me harán pensar en tus brazos,
brazos cansados de aguantar el cuchillo
manchado por el cosmos de las ilusiones
-ilusiones en donde jugábamos a ser cachorros
sin darnos cuenta que éramos leones heridos-
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