Estoy en uno de estos viajes, en donde
me embarco a lo desconocido,
sin leer mucho antes, por falta de tiempo
dejándome llevar menos por la discreción
y más por el deseo.
Me encuentro con un país en donde las voces
se multiplican.
Y yo
siempre respaldada en el silencio,
me ahogo en el roce del ruido entre las gomas
y el pavimento,
el viento parisiano que me quema las mejillas
en el vagabundeo de quien camina sin miedo
a que lo asalten.
Porque me gusta el hecho de caminar y pensar al mismo tiempo,
en mi idioma,
sin miedo a que me asalten.
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